lunes, 28 de julio de 2008

Weekend at Memo´s.



Retened bien este nombre porque me temo que aparecerá muchas veces en estas crónicas: el lugar no es otro que el Memo. Esta palabra no denota un insulto sino la pista de baile por excelencia de Addis Abeba, punto de encuentro de profesoras de francés, músicos de folclore tigriña, algunos adinerados, personal de las embajadas, miembros de Naciones Unidas, artistas etíopes, prostitutas y danzantes profesionales. ¿Qué hacemos esta noche? Vamos al Memo´s!

La noche del viernes, sin embargo, comienza en el Club Alise donde Olaf exprime las últimas notas de su saxofón ante dos personas: el Señor Diallo y yo. En la noche del jueves el Club Alise había estado a reventar y yo tuve el placer de conocer a Melaku, el profesor de baile que se va en agosto de gira con The Ex. Pero el concierto de Olaf es un páramo y la verdad es que su grupo de funk – afrobeat – jazz etíope tampoco es tan malo. Resuenan los ecos de Aster Aweke y de Getatchew Mekuria, que también está de gira con The Ex por los Estados Unidos.

El señor Diallo me ha pillado por banda y se ha metido unos cuantos copazos entre pecho y espalda. El Señor Diallo es de Malí, un Sapeur, y trabaja de asesor económico para una organización internacional X (Obviamente “Señor Diallo” es un pseudónimo y la organización tampoco puede mencionarse).
- ¿Ves a ese tío que toca el bajo? Crecí con él… Es el mejor.
- Pero Señor Diallo… El que toca el bajo tiene 30 años menos que usted…
- Da igual, es el mejor bajista de Addis Abeba. ¿A quién conoces tú de éstos?
- A Olaf.
- Ah, el alemán. Zeril es el mejor bajista de Addis Abeba. Fue a Malí y aprendió.
- A mi me gusta Kandja Kouyaté, una cantante maliense. (Kandja Kouyaté – mp3)
- Ni puta idea de quién hablas.
- ¿Salif Këita?
- ¿Estás de broma, hijo? Cuando estudiábamos en París durante los sesenta, Salif Këita sólo quería montarse en mi coche.

El concierto termina pero el Señor Diallo no para de achicharrarme la oreja. Es un tipo escuálido, intelectual y viejo, pero no veáis como raja. Le pregunto a Olaf que dónde van a echar el resto de la noche. “Pues en el Memo´s, hombre”. Me subo en el coche de Zeril con la mujer etíope de Olaf. La cara del Señor Diallo aparece negra al otro lado del cristal de la ventanilla y dice: “Muy bien. Veo que ninguno de vosotros me va a acompañar.” Entonces todas las miradas se dirigen a mí, porque soy en el nuevo, así que me tengo que bajar del coche de Zeril y subirme en el todo terreno del Señor Diallo. Me aprieto el cinturón a más no poder.
- Señor Diallo, vaya trasatlántico que tiene usted.
- ¿Este cacharro? De todos los que tengo, éste es el micromachine, hijo.

Salimos del club Alise y subimos la avenida Bole, en cuyas farolas se enroscan las bombillas de colores que celebran el nuevo milenio etíope. El Señor Diallo va haciendo eses y trata de esquivar a los vagabundos. “¿Ves a ese mutilado?” – el mutilado escapa por poco a la trayectoria del 4X4 – “Pues si lo hubiese atropellado las autoridades dirían que el tipo caminaba demasiado despacio.” Después el señor Diallo me cuenta algunos consejos que dio al presidente de Etiopía y al ministro de Economía y, como no le han hecho caso, el país se está yendo a la mierda.

Entonces, imponente, pleno de vitalidad nocturna, de aparcacoches, de porteros con pajarita, de un glamour diferente, aparece ante nosotros una vez más el Memo Club. La puerta de carruajes se abre para el jeep del Señor Diallo. “Hace cinco años que no vengo. Si no se acuerdan de mí, se acordarán de mi coche”. Un portero se acerca a la ventanilla y al mirar al interior del vehículo se sobresalta: “¡Señor Diallo! ¡Señor Diallo! ¡Usted fundó este club!”. El resto de los porteros se apresuran a hacer hueco para el coche del Señor Diallo en el patio del Memo´s. Adelantamos a dos farenyi (de foreigner – blancos, extranjeros) que entran a pie en el recinto tratando de no hundir sus piernas en el barro. ¡Joder, si son Rodrigo y Santigo! En la mano llevan ya preparados los billetes de 10 birr para pagar la entrada. ¡Principiantes! Yo paso junto al Señor Diallo y dejamos atrás la cola y la taquilla y nos disolvemos entre la multitud danzante.

Después llegan Olaf, Zeril y sus mujeres y pedimos unos tibs (carne) con injera (tortilla de cereal) en el restaurante de la terraza del Memo´s. Y pienso: “Quizá la música de Olaf y de Zeril, sus tonos oscuros, densos y cálidos, sirvan para dar potencia a las imágenes de los desgarbados corredores etíopes”. Y el documental va tomando forma con este pensamiento y pasan las horas en la terraza del Memo´s, mientras diluvia y sale vaho de las bocas, y al día siguiente me lanzo a la búsqueda de los discos míticos de Getatchew Mekuria, Aster Aweke, e incluso Teddy Afro.

lunes, 21 de julio de 2008

No light! No Phone! Ragamufis!





(Las dos primeras fotos están hechas en el Hotel Taitu y las dos últimas son de mi Kebele y de mi Wareda)



Apenas hace dos semanas que aterricé en el magnífico aeropuerto de Bole - Addis Abeba y no pueden haber sucedido más cosas. Vivo en Bole Atlas, un pequeño barrio residencial detrás del hotel Atlas. Allí vive también un tío con un 4X4 de la ONU, que cada vez que abro la valla de mi parcela está yéndose o viniendo. El maldito 4X4 de la ONU siempre circula por la calle de mi Wareda. El sábado me despierto a la hora de comer y resulta que no hay luz. Salgo de casa, saludo al de la ONU que llega en su jeep y me voy a tomar unos spaghetti al Addis Live, un garito baratísimo a cinco minutos caminando en el que ponen rap y funky etíope. Cuando regreso a mi kebele, la penumbra lo invade todo. ¿Leer? Imposible. ¿Ver la tele? Imposible (aunque tuviese luz, estar más de 2 minutos viendo el único canal de la ETV es como estar contando ranas en la alberca de tu finca). Llamo a mi colega Rodrigo, al que conocí el jueves en la mansión de la embajadora. Fukkk! El teléfono no funciona sin luz. Me siento en el sofá a oscuras. ¿Qué coño puedo hacer? Salgo al jardín y me encuentro con mi casera.
- Salem! No light!! No phone!
- Phone works only with light.
- Fukk.

Aregash, mi casera, me presta su móvil y llamo a Rodrigo. Dos horas más tarde estamos moviendo el esqueleto con unos ragamufis en el Harlem Jazz. Conozco a Clio – la italiana que hace documentales –, a Emilio – que no sé si es italiano o gallego – y a las amigas etíopes de Emilio – una etíope yankee y otra que trabaja para los ingleses en la embajada. No puedo recordar sus nombres. ¡Ah! También conozco a una perroflauta italiana que está montando un circo con niños de la calle que mascan Chatt.
- Oye, Clio, estos cabrones están tocando la vida entera de Bob Marley; due hori en l´scenario!!

Me compro unas cerillas que no funcionan. El domingo recorro doce supermercados en busca de una escoba con recogedor. Encuentro fregonas pero no cubos. En el camino de vuelta a mi kebele compro unas flores para Aregash, por prestarme el móvil. Entro en su pequeña casa al final de mi jardín y le doy las flores.
- Aregash, Aregash! This is for you! Thank you for the phone call!

Aregash me mira perpleja y ni se inmuta. Aparece su hija en el cerco de la puerta y recogiendo las flores dice: “eshi, eshi (OK)”. Y se ríe mucho:
- Miguel, this is NOT Aregash, this is my aunt. NOT Aregash.

Mierda, soy un puto paleto. Por la noche, cuando Aregash regresa a casa me llama para agradecerme el detalle de las flores. El domingo sí que hay luz. Leo unas biografías sobre corredoras etíopes que ha editado el FNUAP de la ONU. Por cierto, no os fiéis mucho de la gente de la ONU; algunos de ellos toman demasiadas cervezas con niñas…
Vamos a empezar a trabajar en el atletismo etíope. A Cruz, la directora de la Oficina de Cooperación Española, le encanta la idea. Cruz es una tía de puta madre. De todos los majos que me he encontrado por aquí, ella sí que es la mejor.

martes, 1 de julio de 2008

Let´s Start! El libro inclasificable de Su Cuerpo Hizo Crack.

Hace poco más de un año me encontré con el escritor
Nacho Docavo Alberti en un tren de Cercanías dirección Madrid. Estábamos a punto de terminar la post producción de nuestra película “Carbón Elvis” y unos meses antes habíamos convencido a Nacho para que hiciese el papel de Su Cuerpo Hizo Crack. Por eso me acerqué a él y le dije:
- ¡Joder! Su Cuerpo Hizo Crack, ¿qué demonios haces aquí en el tren?
- Voy a la editorial para entregar un libro que he escrito sobre la historia del atletismo etíope.
- ¡Ostras! Tenía entendido que habías estado tres o cuatro meses buscándote la vida por Murcia.
- Qué va, he estado unos meses en Etiopía, comentando la jugada con los mejores atletas de la historia del mundo. Podríais hacer una película sobre ellos o algo así, ¿no?
- ¿Son buenos esos atletas que dices?
- Corren más que Dios.

Al día siguiente Nacho Docavo me pasó su historia de los corredores por mail. Comencé a oír a hablar de mujeres supersónicas: Fatuma Roba, Tirunesh Dibaba o Meseret Defar, y de las increíbles biografías de Abebe Bikila, Wami Biratu, Mamo Wolde, Miruts Yifter, Haile Gebraselassie o Kenenisa Bekele. Hay algunos libros cuya lectura te transporta a parajes inhóspitos y rincones que ni siquiera sospechaste que tenías en el espacio virtual de tu mente. Otros libros dejan de lado las manipulaciones psicotrópicas y te despiertan el ansia de un viaje físico. Éste libro que veis en la foto es de la segunda clase – la clase superior – porque no hay mejor obra de arte que aquélla que contagia la energía y la potencia necesarias para emprender un nuevo proyecto vital.
¿De dónde surge, pues, la idea de realizar un documental sobre la asombrosa historia del atletismo etíope? De este libro de Nacho Docavo y de su correspondencia con la Etiopía de carne y hueso. Si algún día os leéis el libro y os entran ganas de hacer una película, empezad por pagadle una pasta a Nacho y luego ya veremos qué pasa.