martes, 5 de agosto de 2008

Su excelencia Wami.






(Fotos: 1. Wami Biratu. 2. Wami con Teferi Debebe (Ethiopian National Radio) y con su hijo Jagenma. 3. Wami y yo. 4. Comprando un chándal para Wami.)

La tarde va cayendo sobre la casa de Wami Biratu. El salón ha quedado envuelto en la penumbra y apenas alcanzo a ver ya las fotos en blanco y negro que empapelan las paredes y que hablan de carreras, condecoraciones y anécdotas de los años 50. Wami con el Emperador Haile Selassie I. Wami con Abebe Bikila. Wami bajando de un avión de hélices de la fuerza aérea. Wami con sus once hijos. Wami con su mujer en la década de los sesenta. Wami… Alguien alza la voz y pregunta en inglés: “¿Cómo empezaste a correr?”. Como Wami no habla inglés, su hijo Jagenma se acerca a su oído y grita unas palabras en amárico; supongo que éstas:
- ¡Papá! ¡Papáaaaaaaaaaaa! ¿Cómo empezaste a correr?
- ¿Qué?
- ¡¡Que cómo empezaste a correr!
- ¿A correr? – Repite Wami acercando más su oído a la boca de su hijo Jagenma.
- ¡Sí, a correr!

Wami levanta el dedo índice al estilo de Fidel Castro y un torrente energético y nítido de voz sale de su garganta: “Mi madre trajo unos huevos envueltos en un papel de periódico. Muy pocas veces había visto las páginas de un periódico, pero ahí estaba, impresa en la página, la foto del primer atleta que veía en toda mi vida. Mi madre me dijo que esa foto era la de un atleta y que los atletas iban a los Juegos Olímpicos y que ganaban medallas. Entonces pensé: si puedo correr entre los caballos y las liebres, ¿por qué no voy a poder correr entre las personas?” Wami hace una pausa larga para dotar a su discurso de un efecto impactante y se acerca más al micrófono de Teferi, mi amigo de la Radio Nacional Etíope: “A partir de ese día empecé a ganar carreras y seguiré corriendo hasta el día de mi muerte”.

Wami Biratu, 94 años. Nadie duda de sus capacidades intactas para correr; la muerte es demasiado lenta para alcanzar a este gigantón infatigable. Jagmenna levanta el pantalón de chándal de su padre y nos muestra su pierna derecha envuelta en puro músculo: “mirad qué músculo; 94 años y este músculo”. Wami se apresura a bajarse el pantalón y se enfada con su hijo: “¿Te cree que soy una res, imbécil?”. Alguien vuelve a lanzar otra pregunta: “Wami, ¿cuál es tu corredor favorito? ¿Kenenisa? ¿Tirunesh? ¿Haile?”. Wami esboza una sonrisa y pierde su mirada en el fondo de su minúscula cocina: “el mejor corredor de todos los tiempos soy yo”. Wami atiende pacientemente a nuestra sesión de fotos en su modesto salón. Wami se pone sus medallas para salir en nuestra sesión de fotos. Wami nos abraza y nos dice que la próxima vez le traigamos miel. Su hijo dobla el chándal que el hemos regalado y nos agradece la visita.

Por la mañana había ido a comprar un chándal para Wami Biratu. En la tienda se habían sorprendido de que Wami Biratu siguiera vivo pero, cuando les dije que el chándal era para él, trataron por todos los medios de que el logotipo de la tienda apareciera de algún modo en la foto. No vaya a ser que un día Wami vuelva a ser el rey. Después le he dicho al taxista: “Esta tarde voy a ver a Wami Biratu”. Y él ha clavado sus ojos en mis palabras como si estuviese contemplando de pronto su viva infancia: “¡Sabieri mesgen! (¡Alabado sea Dios!) ¿Ese hombre aún sigue vivo?”

Como dice mi buen amigo Nacho Docavo; subes una enorme cuesta que transcurre paralela a la embajada de Francia. Llegas a un cruce del que nacen tres carreteras. Coges la del centro. Vas encontrándote con transeúntes que deambulan de aquí para allá, que traen leña de la montaña. Todos dicen lo mismo: “¿Wami Biratu? Sigue recto, sigue recto, farenyi!”. “Más, más arriba”. “Más, más allá”. En la cima de su particular Monte Olimpo vive Wami Biratu, en una casa blanca y modesta que tiene un taxi abandonado en el jardín. Los 120 birr que recibe de pensión estatal (10 euros al mes) hacen que Wami dependa de la caridad y del cuidado de sus hijos.

Wami Biratu es el hombre que jamás pudo ir a las olimpiadas. El corredor gafado para las carreras internacionales. El negativo nunca revelado del mítico Abebe Bikila. El día siguiente a mi visita, Asfaw – el taxista con el que suelo recorrer las calles de Addis – me pregunta con una curiosidad infantil y con un tono de voz reverencial: “¿Fuiste ayer a ver a Wami Biratu?”. ¿Bromeas? Pues claro que fui. Wami Biratu es el mejor corredor de todos los tiempos. A ver si os enteráis de una maldita vez. Mientras Abebe Bikila ya se jubiló de este mundo, Wami sigue en la cima de su monte comiendo miel y a veces baja a la ciudad para patearse los siete kilómetros de la carrera que lleva su nombre. Porque, como él mismo dice: “Cuando yo ya había alcanzado la meta y saboreaba mi victoria, Abebe estaba aún a cinco kilómetros, peleándose con el barro.”

9 comentarios:

Hans Peter Gruber dijo...

Así que este es el tío que, estando en la Mili, se hacía todas las noches 50 kilómetros para ver a su mujer!

Anónimo dijo...

Aciertas en tu apreciación querido Polen...

Y más historias y más y más.

maria. dijo...

maravillosamente épico.
tu blog es una droga.
me molas.

Anónimo dijo...

Qué pasa maikel! Joder macho, cómo te ha dado por el atletismo etíope, me parto!
Ya me contó eric lo de los cooperantes de la ONU, qué demacre!!!
Espero que todo vaya muy bien por allí y sigas conociendo a sabios ancianos.
Jau!
jose.

Aceitunitas Verdes dijo...

¿Pues no es el mismísimo Maikel en Etiopía? Gracias por pasarte por mi blog y dejar un comentario! Espero que te salga bien tu aventura! Suerte!
Saludos,
Conrado

lavanda dijo...

Yo quiero ser como Wami cuando tenga 90 años...si es que llego, porque al paso que voy y nunca mejor dicho; muchos besos; solo por el blog ya merece la pena que estés alli; te felicitamos: los escurialenses

Mr Hans dijo...

Le sacarías una foto de los pies ¿no?

El la foto con la medalla en la mano, te das un aire a Indiana Jones con el corazón del cristal en la mano.

Sigue dandole, te seguimos con alegría e interes.

MiGueL Llansó dijo...

Gracias, Hans

Yo también voy siguiendo su exquisito blog, jajajaja!

MiGueL Llansó dijo...
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